domingo, 13 de septiembre de 2009

LAS AMO GATOS
"Pídeme lo que quieras" pensaba en su interior. Solo quería ser suya, nada más. Ese pensamiento le rebotaba en la cabeza mientras él miraba la televisión. Reposaba la cabeza en sus hombros e intentaba acercarse sin ser molesta. Procuraba hablar con él, sentía la necesidad de saber de su vida, de su rutina o lo que sentía en ese mismo instante. A ella le gustaba esa camiseta azul y la manera en que ponía los pies es la mesa de cristal. Todo era tan cómodo a su lado que olvidaba que no estaba en su casa.

En un momento sintió una punzada en el estómago, dejo de hablar. Le miro, apartó su mirada del televisor. Los dos lo sentían. Sentían las ganas de retomar lo que habían dejado. Sin pedir permiso, ella se sentó encima suyo. Cuando lo hacia a los dos se les escapaba un soplo de aire, como para prepararse de lo que iba a acontecer. Se besaban dulcemente mientras ella se contoneaba de arriba a abajo y él posaba sus manos en su pompis. Él le quitaba la poca ropa que tenia y ella le sacaba su camiseta azul.
Todo iba lento y rápido a la vez, las horas se les escapaban de entre los dedos cuando querían sentirse uno dentro del otro. No era demasiado tarde ni demasiado temprano para los dos. Solo era el momento preciso para gozar de sus cuerpos. Ella lo amaba y por eso sus caricias le sabían a vida. Era tanta la intensidad que sentía entre sus brazos que solo podía dejarse llevar por su ilusión. Él entraba en ella con suma facilidad porque sabia donde tocar para encenderle su pasión.
Sus besos cada vez más adentro, sus lenguas entrelazadas al igual que sus almas hacían de esos momentos, unos instantes inolvidables. Era algo mágico que ( por lo menos ella) no olvidaría en la vida. Sus gritos y jadeos resonaban en la estancia. Música para él. Algo incontrolable para ella. De repente el sofá se inunda de orgasmos, de temblores y de miradas directas( ahora si sus ojos eran de color verde). Paraban entre orgasmo y orgasmo, para respirar o simplemente disfrutar de sus fragancias. El corazón le latía entre sus piernas, cada vez más fuerte, más intenso. Le susurraba que se derremara dentro de ella. Necesitaba ser suya completamente, hacer más locuras de las que había hecho ya por él. Ella cierra los ojos, no quiere volver a el mundo real. Los abre y le ve a él, mirándola, atónito, anestesiado, sin palabras, agotado de tanto esfuerzo.

Se abrazan se besan y él... él le regala su sonrisa.

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